En "Drive" (2011) entrabas por su música, atmósfera, estilo y también por la historia de amor que surgía entre el conductor (Ryan Gosling) e Irene (Carey Mulligan).
En cambio en "Sólo Dios perdona" tardas en entrar y en esconderte en esa atmósfera que prepara el genial Nicolas. Que nos lleva a tierras aún más lejanas para proponernos un juego de venganzas y deseo.
La película es como una tela de araña de colores. Esos colores que nos atraen. El rojo, el azul: colores que se podían ver también en Drive. Colores ampliados por la música del siempre genial Cliff Martinez y la fotografía de Larry Smith.
Nada más empezar ya sientes que el ambiente de la película sera opresivo. Habitaciones, pasillos, calles, habitaciones...todo siempre escondido por algún color.
Historia de venganzas que pasan de un personaje a otro. Asesinatos y recuerdos. Julian (Ryan Gosling) parece que viene del relato de "Drive" (2011) buscando más venganza. Un personaje callado y frío. Solo un grito en toda la historia. Ese grito será recordado por sus cuerdas vócales.
Bangkok es una ciudad de western y redenciones. Pero también de combates. Combates desiguales que nos recordaran a otras películas de Winding y a "In the mood for love" (2000) de Wong Kar Wai. Julian el sufrido. Julian el que mete una mano entre los muslos de Mai (Yayaying Rhatta Phongam) su puta y amante, Julian el que se deja seducir por su madre Crystal (Kristin Scott Thomas, genial) una autentica mamma salida de "Hijos de la anarquia".
Julian sufre por todo lo que le rodea.Cualquier detalle puede dejarlo aturdido. Y más un buen puño de Chang.
Ver cantar a Chang (Vithaya Pansringarm) en el karaoke o ver como entrena con su katana nos recuerda a "Ghost Dog" (1999) de Jarmusch o a cualquier película de Lynch o Cronenberg sobre todo por el ambiente.
Lo único que puede perjudicar a "Sólo Dios perdona" es que su precedente fue "Drive" (2011). Puede verse como una continuación de aquella historia. Pensando como el conductor cruzó medio mundo para recalar en Bangkok y abrir un negocio (ya sea legal o no) y terminar como Jean-Claude Van Damme en las calles de Bangkok.
Una película que también nos recuerda al cine oriental. Sobre todo por la venganza y la violencia explicita que aparece. Una venganza que a veces puede que sea necesaria en el mundo en que vivimos. Un samurai solitario. En este caso, el samurai, no era Julian era Chang.
Julian equivocó el juego.
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